El Extraño
Infeliz es aquel a quien sus
recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve
la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados
marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas
vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados de
enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas.
Tal es lo que los dioses me destinaron... a mí, el aturdido, el frustrado, el
estéril, el arruinado; sin embargo, me siento extrañamente satisfecho y me
aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente
amenaza con ir más allá, hacia el otro. (...)
H.P. Lovecraft
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