Mi atlante personal
Tratando de no fingir demencia, quiero hacerle justicia a la mujer que me trajo a este mundo. Mi madre no es una mamá de esas que siempre te anda correteando para que comas o te abrigues, francamente, no admiro esa cualidad particular de las madres. Ni cuando se quieren enterar de todo, que lata. No, mi madre me enseñó que ser amada y respetada, también incluía confiar en mí y en mis decisiones. He vagado perdida varias veces y sin embargo, ella, siempre ha estado: no para señalarme el rumbo, ni hacerla de timonel de mi vida; sino para tomar mi mano y decir: eres dueña de lo que haces y mi mano siempre estará para ayudar a levantarte, no para evitar que caigas. En últimos tiempos he considerado la posibilidad de no traer hijos a este mundo, cosa que no viene tanto al caso, pero en fin. Lo anterior hace que admire a las mujeres valientes que tienen hijos; pero sobre todo admiro a mi madre casi por sobre todas las cosas. Como decía, no es una madre hostigosa (dijera mi tío Alberto