Mi atlante personal

   Tratando de no fingir demencia, quiero hacerle justicia a la mujer que me trajo a este mundo. Mi madre no es una mamá de esas que siempre te anda correteando para que comas o te abrigues, francamente, no admiro esa cualidad particular de las madres. Ni cuando se quieren enterar de todo, que lata. No, mi madre me enseñó que ser amada y respetada, también incluía confiar en mí y en mis decisiones. He vagado perdida varias veces y sin embargo, ella, siempre ha estado: no para señalarme el rumbo, ni hacerla de timonel de mi vida; sino para tomar mi mano y decir: eres dueña de lo que haces y mi mano siempre estará para ayudar a levantarte, no para evitar que caigas.

   En últimos tiempos he considerado la posibilidad de no traer hijos a este mundo, cosa que no viene tanto al caso, pero en fin. Lo anterior hace que admire a las mujeres valientes que tienen hijos; pero sobre todo admiro a mi madre casi por sobre todas las cosas. Como decía, no es una madre hostigosa (dijera mi tío Alberto) afortunadamente, y de ella he aprendido cosas que muchas personas no aprenderán jamás de sus madres de la misma forma: que la debilidad te conduce indefectiblemente a la fortaleza (y lo anterior lo aprendí de su ejemplo, no por que me lo dijera). Por que he tenido el infortunio de verla caer y aún así levantarse como un verdadero atlante, de esos que sostienen al mundo. La mayoría de las personas ven a su madre como superman o algo así; tengo la fortuna de ver a mi madre como es: una mujer extraordinaria, que lucha todos los días; que se cansa, que se aburre, que ríe, que ama, que tiene toda la actitud, que sabe que no lo puede todo; tiene la sensatez y serenidad de reconocer sus errores y amarse y respetarse por sobre todos ellos. Y amar a los demás, siempre encontrando lo mejor y pensando lo mejor de cada persona. Ese, es mi mejor ejemplo y espero valorar todos los días,  los sacrificios que a costa de un sinfín de cosas ha hecho por convertirnos en mejores personas, todos los días.

   Admiro a mi madre porque aparte de todo lo anteiror no tenía ni la menor idea de cómo manejar su vida siendo padre y madre; cómo no dejarnos sin el alimento diario y cómo, sumado a todo eso, amarnos incondicionalmente a mi hermano y a mí. 



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