No con el ímpetu de la juventud. Con la certeza de la madurez.

Esta entrada ha tenido tantas modificaciones antes de ser publicada que ni siquiera conserva una sola línea del primer borrador. La idea era contarles acerca de mi forma peculiar y actual de ver el amor.  Pero quiero comenzar la entrada así:
"There’s no beauty that hasn’t been stained by sorrow and corrupted with grief."
Nada más melancólico que eso me viene a la mente. Estoy segura que muchas personas que poseemos sonrisas deslumbrantes hemos tenido que renacer de nuestras cenizas y honestamente, me doy mucho crédito por conseguirlo. Soy una sobreviviente, literal.  Poca gente lo sabe y así seguirá, sin embargo ahora me siento recuperada, feliz y expectante. 
Uno no se enamora de quién no está, estoy muy cierta de eso, es decir, no creo en el amor no correspondido. Te enamoras cuando están, cuando juntos, existen, no se puede antes.  Antes solo hay especulación e ilusiones vagas, no amor, no certeza.
¿Qué espero? Al príncipe azul, no, por supuesto. He descubierto que la mejor compañía es  quien desea estar, quien quiere acompañarte, a quien no forzarás jamás a ir a tu paso, que se mueva por la vida a la misma velocidad que tú. Y eso espero, a alguien quien quiera estar, a quien quedarse lo haga feliz. Espero a alguien que piense, como yo, que caminar de la mano de quien uno ama, lo vuelve a uno casi inmortal. La verdad es que no pido tanto, ni siquiera soy exigente, pero esperaré por eso eternidades, hasta que llegue. Y si no llega, entonces, no sé. Pero he decidido no estar con alguien sólo por sentirme acompañada y eso me hace muy feliz. Creo que he divisado mi puerto, donde hay aguas tranquilas donde descansar, llenas de perdón, felicidad y amor.  
Revisando la ortografía descubrí que escribí muchas veces "estar" pero así me gusta, me gusta agradecerle a la gente que está, que esté. Que me ama, aquí y ahora.

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