She's a nowhere girl, sitting in her nowhere land, making all her nowhere plans for nobody...
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May you never steal, lie, or cheat, but if you must steal, then steal away my sorrows, and if you must lie, lie with me all the nights of my life, and if you must cheat, then please cheat death because I couldn't live a day without you.
Ser o estar cerca de alguien tiene que ver con el presente, con el aquí y ahora; también si las personas nos siguen recordando cuando no estamos a su lado. Hoy, por ejemplo he caído en cuenta que aquellas personas que una vez amé se han convertido en completamente extraños para mí. Me gustaría pensar que a quienes ayudé en algún punto me siguen recordando, pero ¿y si no? Ya no soy capaz de recordar olores, ni sensaciones, ni nada. Eso me pone un poco triste, ¿cómo pasa esto con las personas? ¿Por qué dejamos a nuestra mente a que las olvide? Supongo que algunas para evitar dolor, pero ¿todas? Sería maravilloso poder recordar siempre a quienes nos llenaron de amor, entre abrazos, canciones y besos. Al menos, me gustaría poder hacerlo.
Existen los amigos de siempre y existen los amigos de moda. Los de siempre nos conocen los defectos, los de moda los secretos. Los de moda siempre tienen planes novedosos y conversaciones vertiginosas; nos invitan a sitios que desconocíamos en nuestra propia ciudad y nos presentan a otras personas igual de interesantes. Los de siempre parecen venir haciendo lo mismo desde hace años y las charlas con ellos son cálidamente predecibles y cómodas. A veces somos tramposos y mentimos a los amigos de siempre para irnos con los de moda, inventándoles pretextos que no se creen pero de los que no se quejan. A los amigos de siempre recurrimos cuando tememos que podamos llorar, a los de moda cuando tememos que podamos aburrirnos. No siempre conoce uno la casa de los amigos de moda, pero los padres de los amigos de siempre nos reciben con gusto. Generalmente, los amigos de moda duran un par de años; mientras que los de siempre, a pesar de no verlos un par de años, perm
Tratando de no fingir demencia, quiero hacerle justicia a la mujer que me trajo a este mundo. Mi madre no es una mamá de esas que siempre te anda correteando para que comas o te abrigues, francamente, no admiro esa cualidad particular de las madres. Ni cuando se quieren enterar de todo, que lata. No, mi madre me enseñó que ser amada y respetada, también incluía confiar en mí y en mis decisiones. He vagado perdida varias veces y sin embargo, ella, siempre ha estado: no para señalarme el rumbo, ni hacerla de timonel de mi vida; sino para tomar mi mano y decir: eres dueña de lo que haces y mi mano siempre estará para ayudar a levantarte, no para evitar que caigas. En últimos tiempos he considerado la posibilidad de no traer hijos a este mundo, cosa que no viene tanto al caso, pero en fin. Lo anterior hace que admire a las mujeres valientes que tienen hijos; pero sobre todo admiro a mi madre casi por sobre todas las cosas. Como decía, no es una madre hostigosa (dijera mi tío Alberto
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