Escribir


Los primeros diez años de mi vida leí a mi papá: él escribía o escribe poesía. No he vuelto a hablar con él desde hace veintidos años, por lo menos, no hemos hablado seriamente de nada. 

Soy zurda y tengo dislexia, entonces me costó algo más de trabajo aprender a leer y a escribir. Para ayudarme, mi mamá comenzó por comprarme cómics pero llegó un momento en el que dejaron de ser suficientes y comencé a leer novelas. Por esos tiempos leí por primera vez El Principito, Sherlock Holmes y Ágatha Christie. 

Durante la adolescencia conocí a Jane Austen y Edgar Allan Poe a quienes no solté jamás, también leí al Quijote, El Aleph, Rayuela, casi todo de G. García Márquez, la mayoría de lo que leí siendo adolescente eran autores latinoamericanos. Y también llegó Como Agua para Chocolate que es sin duda, uno de mis libros favoritos de todos los años. 

Siendo ya joven adulta comencé a leer a las hermanas Brontë, el romanticismo francés lo conocí con Víctor Hugo y comencé a leer ficción y misterio fantástico: Tolkien, Lovecraft, Mary Shelley, Bram Stoker, Orson Welles, Ray Bradbury, Truman Capote y Ernest Hemingway. 

Como párrafo aparte: alguien me presentó a Roberto Bolaño entre la adolescencia y la adultez ¡que maravilla! Cada vez que lo leo me deja llena y vacía a la vez. Gracias por eso, Pablo. 

La lista de lo que he leído es larga y no podría numerarla aquí pero también tengo que aceptar que tengo gustos culposos: también leí Twilight, Divergente y Los Juegos del Hambre. Actualmente intento seguirle la pista a la Canción de Fuego y Hielo pero no leo tanto como quisiera. 

Todo esto viene al caso porque entre todas las historias que he leído he querido escribir alguna y nunca se me ocurre nada. Me quedo en blanco todo el tiempo, no se me ocurre nada a no ser que sea para escribir cartas. Y en las pocas cosas que he escrito y publicado aquí, siempre me siento desnuda cuando alguien me lee. Es imposible dejar de ser yo cuando escribo y me cuesta mucho trabajo compartir eso. 

Mony

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